Source Code: una película entretenida que propicia una buena charla posterior

Hoy es uno de esos días en los que nada sale como esperabas. Para empezar, he dormido poco, menos de lo que esperaba. Por la mañana he acudido a una charla que no ha dado el resultado que quería. Por la tarde, en vez de quedar con un amigo para ver una película -probablemente, malísima- he tenido que llevar a mi pareja en coche...

Así que después de todo eso, en vez de ver una de las películas que esta mañana había pensado ver, he acabado poniendo Código fuente.


SPOILERS: No sigas leyendo si no has visto la peli



Un soldado, el Capitán Stevens  (interpretado por Jake Gyllenhaal), despierta sin saber muy bien cómo, en un tren, en el cuerpo de otra persona. Tras ocho minutos, una explosión lo mata, junto a todos los pasajeros del tren. Pero aparece en una cápsula, una especie de simulador. A través de una pantalla, una mujer vestida de uniforme le hace una serie de preguntas. Después, el sueño vuelve a empezar de nuevo. Todo se repite, aunque cada vez sea distinto: la chica sentada frente a él -Cristina- le dice que ha seguido su consejo, alguien derrama un poco de café sobre sus zapatos, el revisor le pide el ticket...

Sin embargo, él recuerda todos estos detalles de la vez anterior. Al principio cree que está en algún tipo de simulación, de entrenamiento. Lo último que recuerda de "su vida" es que estaba pilotando un helicóptero, combatiendo en Iraq.

La secuencia se repite una y otra vez: despierta en el tren. Tras ocho minutos, una bomba explota y todo el mundo muere. Él despierta en una especie de cápsula aislada. En la pantalla, Goodwin -una mujer vestida de uniforme militar- le pregunta acerca de la bomba en el tren y sobre el terrorista que la ha colocado.

Poco a poco, a medida que se le va suministrando información al capitán Stevens, el espectador va haciéndose una idea sobre qué es lo que está pasando. En cierto momento, la persona al cargo de todo el proyecto, el Dr. Rutledge, le explica más o menos en qué está metido.

Básicamente, que se ha creado una máquina llamada "código fuente" que, mediante la información remanente en el cerebro de las víctimas tras su muerte y un poco de magia basada en la mecánica cuántica, permite reproducir los últimos 8 minutos de vida de los pasajeros del tren. Y él, gracias a la compatibilidad entre su cerebro y el de  una de las víctimas -la persona que todos los pasajeros en el tren "ven" o creen que es, un tal Sean Fentress, profesor de literatura- es posible introducirlo en esos ocho minutos de simulación e interactuar con ella como si todo fuera real.

El objetivo no es salvar a los pasajeros del tren: eso es imposible, porque ya murieron esa mañana y ahora sólo existen como parte de la simulación que crea el "código fuente". El fin de la simulación es encontrar al terrorista que hizo estallar la bomba, ya que ha amenazado con colocar otra esa misma tarde en el centro de Chicago.

Pese a que el proceso de "entrar y salir" de la simulación es doloroso y agotador, el Dr. Rutledge fuerza al protagonista a pasar por ello una y otra vez, hasta que consiga finalizar la misión.

El capitán Stevens, pese a comprender la importancia de la misión encargada, también está decidido a contactar con su padre e informarle que ha vuelto de Iraq. Los primeros intentos de conseguir un teléfono y llamarle desde la realidad creada por el "código fuente", fracasan. Sin embargo, en una de las simulaciones, le pide a la chica que lo acompaña en el tren que busque información sobre un amigo, dándole su nombre "real" fuera de la simulación.

Así averigua algo chocante: que está muerto.

De vuelta tras sus ocho minutos de simulación, pregunta directamente a Goodwin si realmente está muerto. La respuesta es un "si pero no": sólo sigue viva una parte de su cerebro y la cápsula en la que se encuentra es la interpretación que su cerebro hace de todo el montaje que representa "código fuente".

Entre Goodwin y el Capt. Stevens se establece un vínculo empático. Así que, cuando finalmente se ha descubierto  la identidad del terrorista y evitado la explosión en el centro de Chicago, en vez de "borrarlo" como le ha pedido su jefe, Goodwin se deja llevar y decide cumplir la promesa que le hizo al bueno del capitán algo antes: dejarlo morir definitivamente.

El Capitán Stevens está convencido que, aunque sea una simulación, es importante intentar salvar a toda la gente del tren. Así que, además de que le desconecte, le pide volver una vez más  a esos últimos ocho minutos. Esta vez identifica al terrorista, da aviso a la policia, y desconecta el segundo detonador que tenía la bomba del tren.

Es decir, la última vez que el personaje de Jake Gyllenhaal entra en la "simulación" el tren no explota. Después de vivir tantos últimos ocho minutos con Cristina, decide pasar los definitivos últimos ocho minutos con ella. Incluso va más allá: paga a uno de los pasajeros, un humorista, para que haga reir a los pasajeros. En esos últimos ocho minutos también contacta con su padre. Asumiendo la identidad de un compañero combatiente, logra arreglar las cosas con su padre (con el que había discutido antes de marcharse a Iraq). Finalmente, envía un mensaje a Goodwin y pasa el último minuto de simulación/vida besando a Cristina.

Fuera, en la vida real, se ha montado un pollo importante porque el Dr. Rutledge ha descubierto que Goodwin, en vez de borrarle la memoria a Stevens y resetearlo para la próxima vez que lo necesiten, lo va a desconectar. Y así lo hace: tras esos últimos ocho minutos de simulación, lo apaga.

Durante unos segundos, todo se detiene en el tren, como una peli tras pulsar el pause. Pero tras lo que parece ser una bonita manera de acabar la peli, en realidad no es el final; tras la desconexión de Steven -o lo que queda de él- la simulación continua. El tren llega a la estación. Cristina y Stevens -con la identidad de Sean Fentress, el auténtico viajero del tren- bajan al andén y pasean hacia el centro de Chicago.

Fuera, en el mundo real, la situación parece la de un día normal. Un día normal en el que no ha pasado nada: ni bombas en el tren, ni experimento, ni nada. Pero entonces Goodwin recibe un mensaje, el mensaje que Stevens le envió durante los últimos ocho minutos de simulación del "código fuente". Pero Goodwin no lo sabe, porque el "código fuente" funcionó mejor de lo que nadie esperaba, creando una especie de realidad paralela. En esa realidad, el tren no ha explotado (Steven lo impidió), de manera que no han tenido la oportunidad de probar el "código fuente".

Aquí es donde la película tropieza con la paradoja debida a la causalidad: si no ha habido una bomba, no se ha puesto en marcha el proyecto "código fuente". Pero si no se ha puesto en marcha el proyecto, no se ha podido detener al terrorista... Y si nadie ha detenido al terrorista, la bomba estalla...

La solución por la que opta la película es que se haya creado una nueva realidad: es decir, existen varios universos, donde cada acción que se lleva a cabo hace que se "seleccione" un universo particular. Esta teoría tiene un problema práctico gordote: en cada momento, existe una infinidad de universos. Para hacerse una idea de la cantidad de universos, de copias, simplemente piensa en una partida de ajedrez. Para el primer movimiento, tienes 20 opciones: 8 movimientos de 1 paso para los peones, 8 movimientos de 2 pasos para cada uno de los peones, y dos movimientos posibles para cada uno de los caballos... Para el segundo movimiento, el de las negras, tienes los mismos 20 movimientos, de manera que, tras el primer movimiento de una única pieza, deberías tener 400 tableros, cada uno con un su propio conjunto de piezas, para representar todas las posibilidades. Para el segundo movimiento, el número vuelve a crecer brutalmente. Y éso que sólo estamos hablando de 16 piezas y un conjunto bastante limitado de movimientos (sobretodo al principio de la partida). Ahora intenta imaginar lo mismo para cada posible estado de cada partícula del universo, desde hace unos quince mil millones de años... Complicado, ¿no?

Volviendo a los tableros de ajedrez... Ahora imagina que has cometido un fallo. No te das cuenta al momento, pero justo cuando estás a punto de perder, descubres que hubo un movimiento que fue decisivo, que marcó el principio del final...

Si el tiempo siempre avanza y no hay manera de volver atrás, no habrá nada que puedas hacer para evitar perder la partida. Pero, ¿qué pasa si hay muchos universos paralelos? Quizás puedas "cambiar de tablero" y, en vez de mover esa pieza como lo hiciste la otra vez -en el otro universo-, puedas hacer algo diferente en un universo en el que llegues justo antes de hacer el funesto movimiento.

Eso plantea el problema de qué pasa con el otro jugador, el jugador que eres "tú" en ese universo alternativo.

Lo bueno de las películas es que no hace falta explicarlo todo. Si lo intentas, el problema principal es que en la nueva realidad creada por el "código fuente" exitoso, tenemos dos Stevens: el semimuerto, y el Stevens okupa en el cuerpo de Sean Fentress...

En cualquier caso, más que la calidad de la película, lo bueno es que puedes dedicarte un rato a pensar en qué pasaría si algo así fuera cierto. Aunque suene decepcionante, quizás lo más lógico fuera pensar que no lo notaríamos y que, por tanto, no pasaría nada. (Obviamente, los controladores de la máquina no querrían que el público en general -o los terroristas- conocieran su existencia). De hecho, esta ausencia de evidencias positivas recuerda a lo que pasa en Matrix: quizás todo lo que nosotros consideramos realidad no es más que una simulación, pero como somos incapaces de despertar, no notaríamos la diferencia de una vida auténtica y genuina (no simulada). En situaciones así es donde demuestra toda su potencia la navaja de Occam.

Aunque existiera la tecnología de la película, la aplicabilidad estaría limitada por la capacidad de disponer de alguien con el mapa sináptico compatible con alguna de las víctimas. En la película no se desarrolla demasiado el tema. Tampoco se dice nada sobre cómo obtener la información remanente de los últimos ocho minutos de vida de los cerebros de las víctimas.Y en el caso concreto de una explosión, esa recuperación -en la que es lógico suponer que sería necesario disponer de los cerebros- podría ser complicada. De hecho, tampoco se dice que sea necesario que la persona objetivo esté muerta, lo que también abre un amplio abanico de posibilidades... (Ver Dollhouse, por ejemplo).

En cuanto al agente de campo del "código fuente", hacia el final de la película se quiere evitar la desconexión de Stevens porque la máquina quizás no funcionaría con otra persona. Aunque en cierto momento una de las cosas que el Dr. Rutledge explica es que Stevens tiene cierta compatibilidad a nivel cerebral con Sean (además de coincidencias físicas). El hecho de que esté semimuerto tampoco se dice si es relevante, excepto en que no puede negarse a colaborar, supongo.

Una película entretenida que da para una buena sobremesa, aunque empiece siendo algo liosa y repetitiva.

No se si me consuela pensar que hoy podría haber sido un día diferente si existiera una máquina como "código fuente". O si merecería la pena... Porque, hacer que hoy sea un día diferente, ¿cómo afectaría a todos los demás días que están por venir?

Como dice el Oráculo en Matrix: "lo que realmente va a hacer que te comas la olla es, ¿lo habría roto si no me hubiera dicho nada?"

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